¿A quiénes le molesta el GIEI?

Pese a las exigencias de una parte de la sociedad civil, el gobierno mexicano no quiso dar continuidad a la labor del Grupo Internacional de Expertas y Expertos Independientes (GIEI) y anunció que este próximo 30 de abril se dará por terminado el acuerdo mediante el que se posibilitó su presencia y colaboración con el propio gobierno para, entre otras cosas, apoyar en la búsqueda de los 43 estudiantes desaparecidos en Ayotzinapa.

Esto es una mala noticia, dada la falta de oficio y métodos científicos de investigación para procurar justicia en nuestro país, la cual es tan grave y conocida internacionalmente que en las recientes visitas de nuestro Presidente a Alemania y Dinamarca las representantes de dichas naciones ofrecieron su apoyo a nuestro gobierno para ayudar a resolver el caso de Ayotzinapa.

Para nuestro Presidente esto le abona al alto nivel de reprobación de su gobierno, pues por un lado en todos los países que visita se encuentra con manifestaciones en las que le exigen que resuelva el caso, y por otro ese mismo reclamo lo recibe también al interior de nuestro país al grado de que cada vez menos personas creen en la poco verosímil explicación oficial sobre el tema, como lo ha mostrado la casa encuestadora Parametría.

Ante esta situación llama la atención el hecho de que haya personas a las que les molestara el trabajo del GIEI, al grado de acusar a sus integrantes de haber venido a dañar a México, como si quienes criticaban su presencia y actuación no se dieran cuenta del grado de corrupción que padecemos en todos los niveles y en todas las instancias de nuestro gobierno. Quienes están inconformes con el GIEI parecen estar de acuerdo con lo que ocurre en nuestro país en materia de justicia, y si no es así, ¿por qué están inconformes? ¿Por qué les molesta como si fuera un agravio personal que alguien diga que nuestro gobierno actúa de manera corrupta e incompetente en este caso? Se entiende la molestia de los funcionarios, pero, ¿por qué desde la sociedad civil, la iniciativa privada y los medios de comunicación se han alzado voces criticando al GIEI?

En general quienes han criticado al GIEI son personas que anteriormente han manifestado su apoyo al uso de medidas autoritarias desde posturas más bien fascistas, por lo que no es de extrañar que traten de descalificar a quienes ponen en duda que nuestro gobierno hace bien cuando reprime a quienes no se conforman con lo que les ha tocado en nuestra injusta manera de repartir la riqueza, y por lo visto creen y quieren hacernos creer que los normalistas desaparecidos son delincuentes que se merecen lo que les ocurrió.

Pero la realidad es que esos estudiantes no eran delincuentes, eran personas que le exigían al gobierno que cumpliera con su parte del compromiso, porque en las normales rurales los estudiantes están becados para que puedan prepararse como profesores que apoyarán a las comunidades más marginadas de nuestro país, compromiso que el gobierno se resiste a cumplir. La gran mayoría de las personas nos damos cuenta de eso, y por eso no aprobamos que el gobierno quiera darle carpetazo al asunto, porque de ninguna manera creemos que merecieran ser atacados y desaparecidos.

Publicada originalmente en NTR Guadalajara el 28/04/2016.

Machismo y fascismo

En esta semana se conmemoran en todo el mundo las luchas de las mujeres por recibir un trato igual al de los varones, lucha que todavía no se puede dar por terminada, pues todavía existen muchas situaciones de injusticia y discriminación que nos permiten ver que las mujeres todavía están en posición de desventaja en todo el mundo.

Sin embargo esas la luchas han propiciado que muchas mujeres reflexionen sobre lo femenino, sobre lo que hace que las mujeres lleguen a serlo, como lo diría la filósofa Simone de Bouvoir, de ahí que podamos reconocer actualmente muchas corrientes feministas que reivindican diversas maneras de ser mujer. Esas corrientes y los cuestionamientos que han hecho a los supuestos y prejuicios que definían los papeles del hombre y la mujer en nuestro mundo han sido tan fuertes que las corrientes conservadoras han acuñado expresiones como “soy femenina, no feminista”, con lo que implícitamente critican a las feministas que se niegan a aceptar un rol que la sociedad les impone y las acusan de no ser mujeres.

Desafortunadamente, por parte de los varones no hemos tenido tanto avance en la reflexión sobre la masculinidad y lo que nos permite llegar a ser hombres. Y ante la escasa reflexión sobre ese tema el machismo ha seguido siendo la manera preponderante de ser hombre, al grado de que quien no se apega al ideal del hombre “macho” es criticado y marginado tanto por hombres como por mujeres.

El problema con esto es que a los varones se nos educa para asumir un estereotipo que nos aprisiona y nos lleva a vivir angustiados ante todo aquello que experimentamos y que parece ir en contra de lo que se supone que debe ser “un hombre”, de modo que no debemos ni podemos llorar; tenemos prohibido ser cariñosos, especialmente con otros varones, incluyendo a nuestros hijos y padres; nos deprimimos si nuestra esposa tiene que trabajar porque lo que ganamos con nuestro trabajo es insuficiente para mantener a nuestra familia, etc.

Todo esto nos provoca sufrimiento no solo a los varones adultos, sino a nuestra familia, pues ante la inseguridad que nos da enfrentar situaciones que cuestionan la idea que tenemos de lo que significa ser “hombre” nos volvemos rígidos y distantes, como probablemente lo fueron nuestros padres con nosotros.

Y de acuerdo con los estudios del filósofo Max Horkheimer, esa rigidez nos vuelve autoritarios, pues nos apegamos a las reglas como lo único seguro, aunque no entendamos para qué son, y educamos a nuestros hijos para que actúen de la misma manera, con lo que los preparamos para que obedezcan a cualquier líder autoritario sin pensar en las consecuencias de obedecerlo.

En otras palabras, el machismo engendra fascismo, es decir, desprecio por la democracia y asco por todo lo que sea “distinto”.

Ante esto como individuos, como familia, como sociedad, necesitamos darnos oportunidad de reflexionar sobre la masculinidad, aprender a ser hombres capaces de experimentar el dolor, el miedo y el amor, de disfrutar de lo que nos gusta aunque contradiga el estereotipo, sin que eso signifique poner en duda nuestra hombría.

No es una tarea fácil, pero en la medida en que más y más personas lo reflexionemos más fácil será entender qué significa ser hombres.

Publicado originalmente en: https://t.co/kzbwjlWuIC

Miedo a la democracia y homofobia

Dos hechos me hacen preocuparme por el rumbo de nuestra incompleta democracia: la reciente reunión convocada por Jalisco es Uno por los Niños, misma que escasamente matizó su motivación homofóbica y la propuesta de reforma constitucional presentada ante el Senado por el Consejo Mexicano de la Familia que pretende modificar la redacción del artículo 4o. Constitucional, de manera que se prohíban en los hechos los matrimonios homosexuales y las adopciones homoparentales, pues solo se le reconocería el derecho al matrimonio y a la adopción a las parejas heterosexuales, lo que además terminaría por excluir a una abuela viuda de adoptar a sus nietos huérfanos, con lo que se pone en evidencia que quienes impulsan esa Reforma lo hacen desde la homofobia y no desde la razón.

Estas manifestaciones se corresponden con el síndrome de la personalidad autoritaria, el cual fue descrito en un estudio clásico de las ciencias sociales: La personalidad autoritaria, escrito por Theodor W. Adorno.

De acuerdo con ese estudio, las personas con tendencias antidemocráticas presentan las siguientes características: Adhesión rígida y fundamentalmente emocional a los valores de la clase media, lo que hace que no toleren e incluso agredan a quien no respete esos valores, que además asumen como los únicos existentes. Una actitud sumisa y acrítica de obediencia a las autoridades morales de su propio grupo, a las cuales idealizan y hasta convierten en mártires cuando se evidencia su mala conducta, como es el caso de Serrano Limón, líder de Pro-vida encarcelado por malversación de fondos públicos; esta sumisión a la autoridad brota de la enorme necesidad que tienen de que alguien les indique que es lo bueno y lo malo, para evitar la ansiedad que produce tener que hacerse cargo de la propia existencia. La negación de los sentimientos y la imaginación, lo que les impide ponerse en el lugar de las otras personas, y buscar una supuesta objetividad en lo que dice la autoridad moral, aunque no tenga sustento.

Otra característica es asumir estereotipos como algo determinante: los niños se visten de azul, las niñas de rosa, etc., al mismo tiempo que asumen que una fuerza sobrenatural predeterminó que así deben ser las cosas, en vez de reconocer que lo humano es producto de lo humano. Otras manifestaciones de ese síndrome son la identificación excesiva con las figuras que representan el poder, y una valoración excesiva de la fuerza y la dureza, además de que se considera que la humanidad en su conjunto es como basura y solo contamina a la naturaleza, por lo que asumen teorías de la conspiración para explicar las cosas «malas» que están ocurriendo, pero curiosamente para esas personas lo malo siempre tiene relación con el sexo y por eso buscan limitar el ejercicio de la sexualidad a la reproducción.

Históricamente las personas que presentan este síndrome se han identificado con posturas fascistas y autoritarias, como el nazismo en Alemania o el racismo del Ku Klux Klan en Estados Unidos, por lo que a menos que hagamos algo en México podríamos estar viendo el crecimiento de movimientos conservadores y que apuestan por supuestas soluciones radicales que implican pasar por encima de los derechos y libertades de las minorías más vulnerables. Esto implica que necesitamos fortalecer nuestras instituciones y herramientas democráticas.

Si deseas comprobar lo que planteo puedes ver las páginas de esas agrupaciones y otras parecidas: