Miedo a la democracia y homofobia

Dos hechos me hacen preocuparme por el rumbo de nuestra incompleta democracia: la reciente reunión convocada por Jalisco es Uno por los Niños, misma que escasamente matizó su motivación homofóbica y la propuesta de reforma constitucional presentada ante el Senado por el Consejo Mexicano de la Familia que pretende modificar la redacción del artículo 4o. Constitucional, de manera que se prohíban en los hechos los matrimonios homosexuales y las adopciones homoparentales, pues solo se le reconocería el derecho al matrimonio y a la adopción a las parejas heterosexuales, lo que además terminaría por excluir a una abuela viuda de adoptar a sus nietos huérfanos, con lo que se pone en evidencia que quienes impulsan esa Reforma lo hacen desde la homofobia y no desde la razón.

Estas manifestaciones se corresponden con el síndrome de la personalidad autoritaria, el cual fue descrito en un estudio clásico de las ciencias sociales: La personalidad autoritaria, escrito por Theodor W. Adorno.

De acuerdo con ese estudio, las personas con tendencias antidemocráticas presentan las siguientes características: Adhesión rígida y fundamentalmente emocional a los valores de la clase media, lo que hace que no toleren e incluso agredan a quien no respete esos valores, que además asumen como los únicos existentes. Una actitud sumisa y acrítica de obediencia a las autoridades morales de su propio grupo, a las cuales idealizan y hasta convierten en mártires cuando se evidencia su mala conducta, como es el caso de Serrano Limón, líder de Pro-vida encarcelado por malversación de fondos públicos; esta sumisión a la autoridad brota de la enorme necesidad que tienen de que alguien les indique que es lo bueno y lo malo, para evitar la ansiedad que produce tener que hacerse cargo de la propia existencia. La negación de los sentimientos y la imaginación, lo que les impide ponerse en el lugar de las otras personas, y buscar una supuesta objetividad en lo que dice la autoridad moral, aunque no tenga sustento.

Otra característica es asumir estereotipos como algo determinante: los niños se visten de azul, las niñas de rosa, etc., al mismo tiempo que asumen que una fuerza sobrenatural predeterminó que así deben ser las cosas, en vez de reconocer que lo humano es producto de lo humano. Otras manifestaciones de ese síndrome son la identificación excesiva con las figuras que representan el poder, y una valoración excesiva de la fuerza y la dureza, además de que se considera que la humanidad en su conjunto es como basura y solo contamina a la naturaleza, por lo que asumen teorías de la conspiración para explicar las cosas «malas» que están ocurriendo, pero curiosamente para esas personas lo malo siempre tiene relación con el sexo y por eso buscan limitar el ejercicio de la sexualidad a la reproducción.

Históricamente las personas que presentan este síndrome se han identificado con posturas fascistas y autoritarias, como el nazismo en Alemania o el racismo del Ku Klux Klan en Estados Unidos, por lo que a menos que hagamos algo en México podríamos estar viendo el crecimiento de movimientos conservadores y que apuestan por supuestas soluciones radicales que implican pasar por encima de los derechos y libertades de las minorías más vulnerables. Esto implica que necesitamos fortalecer nuestras instituciones y herramientas democráticas.

Si deseas comprobar lo que planteo puedes ver las páginas de esas agrupaciones y otras parecidas: